El senador Matías Rodríguez, fue encontrado muerto en su casa de Ushuaia el 18 de octubre de 2023, en un hecho que conmocionó a la política fueguina. Sus últimos minutos con vida estuvieron cruzados por sentimientos de bronca, impotencia, dolor, y un pedido desesperado de su psiquiatra para que alguien corriera a socorrerlo cuanto antes. Ni su secretaria, que tenía las llaves de la propiedad, ni sus dos custodios, que se turnaban para acompañarlo en la isla, pudieron evitar lo inevitable.
A un año del trágico episodio, la Justicia cerró la causa que investigaba qué le pasó al joven senador de apenas 41 años. El hermetismo fue total. Para el juez y el fiscal, que nunca quisieron hablar en público del caso, se trató de un suicidio. Punto. El cierre del expediente ocurrió hace algunos meses. Nunca se difundió el fallo, a pesar de que Rodríguez era uno de los políticos fueguinos de más alto perfil.
«Los elementos de prueba indican que se trató de una muerte autoinfligida, sin indicios de instigación o delito alguno”, dictaminó el juez en uno de las pocas líneas de su decisión que trascendieron en los medios locales.
Poco importaron las declaraciones públicas que generó su muerte en casi todo el arco político, incluido el gobernador Gustavo Melella, que reveló que el senador recibía amenazas. «La Justicia tiene que investigar y hay elementos”, había dicho. Eso no sucedió, a pesar de que esas amenazas, según pudo reconstruir Clarín en base a personas cercanas a Rodríguez y fuentes vinculadas al caso, eran recurrentes en su últimas dias con vida.
Le decían que le iban a armar una denuncia por abuso y que lo iban a vincular a un caso de lavado, que todo iba a hacerse viral, que iba a destruir su reputación con pornografía infantil.
Se hablaba de punteros políticos vinculados a gremios siempre afines al peronismo que lo hostigaron hasta último momento. De su casa desaparecieron objetos claves y hasta hubo dudas sobre con quién cenó su última noche. Lo concreto es que, a pesar de las dudas, la investigación judicial no cotejó esa situación, aún a pesar del pedido público del gobernador.
Otro dato es que tampoco se citó nunca a declarar al intendente de Ushuaia, Walter Vuoto, quien era uno de sus mejores amigos pero del que se había distanciado hacía tiempo, no solo por cuestiones políticas, sino también personales.
Vuoto fue una de las últimas personas en ver con vida al senador kirchnerista: ambos se trenzaron en una brutal pelea (de acuerdo a la autopsia Rodríguez sufrió una paliza horas antes de aparecer muerto, con golpes en todo el cuerpo), cuando el senador descubrió que el intendente estaba teniendo un amorío con su ex pareja, Laura Ávila, algo que ambos le negaron siempre.
“No tenemos nada que esconder”, afirmó Vuoto al romper el silencio, en diciembre del año pasado, tras haber estado recluido dos meses sin mostrarse en público. “Uno siempre ha estado a disposición”, agregó. No hizo falta.
En Tribunales dijeron que no había interés en escuchar lo que el jefe de La Cámpora de Ushuaia tenía para decir. No estaba imputado, porque nunca se investigó un delito sino un suicidio, ni era necesario escuchar su versión de la pelea, ya que esos detalles los había brindado Laura Ávila, expareja de Rodríguez y concejal de Ushuaia. Particularidades judiciales fueguinas.
Otro dato se suma el derrotero del expediente: los teléfonos de Rodríguez que fueron encontrados en su casa nunca pudieron ser abiertos por los peritos.
Los celulares habían sido enviados a Buenos Aires para su desbloqueo, para eludir cualquier tipo de sospechas sobre injerencias de la política local, pero ninguno de los expertos, llamativamente, pudo ingresar a ellos para reconstruir las últimas conversaciones del senador peronista. ¿Estarían allí las amenazas?
Imposible saberlo. En agosto, el fiscal Nicolás Arias decidió no apelar el cierre de la causa resuelto por el juez Federico Vidal. La Fiscalía dijo que no había nuevos elementos convincentes que justificaran una revisión de la decisión del juez por un tribunal superior. Clarín intentó consultar al fiscal, que nunca respondió los mensajes.
Un último elemento de la historia son los objetos faltantes de la casa ubicada en Del Monte al 1330. Del lugar desaparecieron (¿o fueron robados?) un celular y la computadora del entonces senador.
Tampoco se encontró una valija roja, del tamaño de un carry on, con candado, que uno de sus custodios le había llevado horas antes. Allí habría estado guardada el arma Glock 9mm de la que salió el disparo que lo mató.
Esos interrogantes, aseguran en Tribunales, siguen siendo investigados por la Justicia, que mantiene el mismo mutismo que antes de fallar sobre su suicidio. Nadie dice nada.
El mensaje que marcó el final y sus últimas horas
Uno de los últimos mensajes que Matías Rodríguez envió antes de morir, que figura en el expediente, fue para contarle a todos que su vinculo con Walter Vuoto había llegado a un punto de no retorno.
Si bien horas antes habían compartido un acto por el día de la Lealtad Peronista en Ushuaia, en el que se habían abrazado -más que nada por compromiso- y cantado la marcha peronista, el senador tomó su iPhone, abrió el grupo de WhatsApp de La Cámpora y envió una suerte de ultimátum.
“Esta madrugada del 18 de Octubre encontré a Walter Vuoto y Laura Ávila en la habitación matrimonial de Walter. Me confesaron ser amantes hace tiempo. Mi amigo, padrino de bodas y padrino de uno de mis hijos, ella, mi esposa y el amor de mi vida. Matías Rodríguez. DNI 29.092.588”, tipeó y apretó enviar.
Eran las 17:47, del 18 de octubre.
Alertado por el escándalo, enseguida otro miembro de ese grupo militante borró el mensaje, pero ya era tarde: el texto se viralizó y en cuestión de minutos se replicaba en las pantallas de los celulares de toda la isla y también en diferentes comunidades de Diputados y el Senado.
Según declaró Ávila ante la policía, el miércoles 18 de octubre Rodríguez empezó a llamarla en reiteradas oportunidades a las 5:32 am, pero ella no le contestó. Advirtió entonces que, mediante el buscador de Iphone, un programa de Apple que permite geolocalizar dispositivos vinculados a una cuenta, él estaba rastreando su ubicación. Ella estaba en la casa de Vuoto, el intendente.
A las 5:40, siempre de acuerdo a su relato, escuchó que alguien tocaba la puerta. Dijo que era su expareja, lo notó por su tono de voz, y acto seguido oyó forcejeos. Ávila relató que tras empujarse con Vuoto, Rodríguez subió a la habitación donde estaba ella, rompió la puerta del cuarto y trató de ingresar por la fuerza. Ella le pidió calma y bloqueó la puerta. Él reaccionó, la corrió a un costado y entró. Detrás suyo venía el jefe comunal para sacarlo.
Se produjo una nueva pelea, ella quiso meterse a separar y fue cuando Rodríguez cayó al piso y se golpeó -de acuerdo a su relato- con la puerta. Al incorporarse, notó que él tenía un corte en la ceja izquierda y había manchas de sangre en el lugar. Logró que dejara la habitación, lo llevó hasta el hall de ingreso y cerró la puerta de la casa.
Fue entonces cuando llamó a uno de los custodios del senador, Alberto Miño, para que fuera hasta el lugar, pero antes llegó un colaborador de Vuoto, llamado Carlos, y juntos lo llevaron a la casa de Ávila. En medio de la tensión y el nerviosismo por la pelea, los custodios de Rodríguez llegaron y se quedaron con ambos, ya que Ávila entendió que la situación no permitía que estén solos.